18.01.2025

el último aliento a exhalar

por un pueblo menguante

ya mínimo, rozando lo desértico,

será la risa compartida

de quien enhebra en anécdotas

su recuerdo comunal.

un pueblo muerto

seguirá vivo

mientras siga teniendo un lugar que habitar

en evocaciones superpuestas

que se arrastran en nuestros recuerdos,

se escurren por nuestros labios.

si la memoria desdibujada

puede aún armarse

de nitidez suficiente

como para saber ser pronunciada

por nuestras bocas,

su historia compartida

por miles de miradas añejas,

(unas presentes, otras invocadas)

seguirá teniendo peso, seguirá siendo innegable y la línea de meta avanza un pasito más lejos y aún no llegamos a pisar con nuestros pies de borrachos su malintencionado juramento, aún no es más que una amarga promesa una corazonada o una premonición, que acechante sus manos alarga y por el momento no nos consigue alcanzar.