Soy ese insistente instante nocturno
colmado de mínimos insectos, de temblorosas larvas.
Irregular, pues mis astros brillan
en sudor, como pequeños granos.
Soy la mirada atormentada
de quien se cerciora de la quietud de los muertos.
Descifrándose en carne inerte,
con los ojos fijos y tan abiertos que
las pupilas tienden a desaparecer,
los párpados, a desgarrarse.
Las sombras balancean sus escuálidos dedos
y los helechos, ya secos, son acunados
entre tristes graznidos.